25/2/09

El tío del mazo

Mañana me voy al carrefour a comprarme un mazo.
Todo viene a partir de ver por la tele la escena más repetida de la campaña electoral vascogallega, que no es otra que la confluencia cósmica de un ciudadano-hasta-los-huevos, una herrikotaberna y un mazo, con los resultados largamente previsibles.
Que digo yo que, sin entrar en lo desmedido de la respuesta, estas cosas te deben dejar a gusto. ¿Te imaginas entrar en el despacho del jefe con ese ímpetu? ¿O en el negociado de concesión de licencias?
A los aficionados al ciclismo les sonará esta expresión, “el tío del mazo”, porque la utiliza el inefable Perico para referirse al bajonazo que le entra de cuando en cuando a alguno de los corredores que pretenden subir el Tourmalet a ritmo de samba. Ahora, visto lo de Lazkao, cobra otra dimensión, pelín más dramática.
Yo, en cualquier caso, como soy de natural pacífico, voy a buscar un artilugio menos contundente, tipo escoba, porque, en definitiva, qué sacamos con destrozar puertas y cristales si dejamos en pie las barreras... Y esas no se echan abajo así como así.
El tío del mazo se ha hecho famoso, héroe para unos, villano para otros, aunque el final sea el de siempre, el del exilio forzoso. Ahora se le abren varias alternativas: a) regresar (a ser posible acompañado) pertrechado de mazos y escobas, b) pedir asilo político lejos de quienes le amenazan (y además se molestan porque les amenacen) o c) agazaparse en una curva a esperar ciclistas.
Me pido la d).

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