13/1/11

Duranes y Rascones


De las luchas intestinas que nos están brindando los partidos políticos, se extrae una conclusión contundente: el fútbol y la política son dos cosas diametralmente opuestas.
A principios de este siglo, Florentino Pérez, cuando fichó a Zinedine Zidane y cuando subió al canterano Francisco Pavón al primer equipo, reveló su fórmula mágica para conseguir que un grupo de personas alcance sus objetivos y metas: hacen falta zidanes y pavones. O, dicho de una manera menos diplomática, es necesaria la concurrencia de primeros espadas y de subalternos para completar una buena faena. En apariencia, esta estrategia tendría que ser igualmente válida aplicada a otros ámbitos, y, por qué no, también a la política; pero la experiencia nos demuestra que no lo es.
Cada vez que toca elaborar una lista electoral, los que están facultados para ello -¿qué es eso de que se acepta la voluntad de las bases?- deciden quiénes son zidanes y quiénes pavones: quiénes ocuparán las planchas de salida y quiénes tendrán que conformarse con viajar en los vagones de cola (o incluso quedarse saludando desde el andén).
En teoría, a la hora de elaborar una alineación, el míster sólo utiliza criterios de eficacia y efectividad: los que dan juego y meten goles, al césped; el resto, al banquillo. Pero la política y el fútbol no se parecen en nada, y quizás no tengan porqué hacerlo. El problema sólo aparece cuando los pavones quieren ser zidanes (o sea: siempre) y tienen la suficiente influencia sobre el entrenador como para que cambie el once titular (esto ocurre, sobre todo, cuando el último partido se perdió por goleada).
Ahora, zidanes y pavones andan a la gresca (“-Quítate tú que me pongo yo”, “-Eres un chupón y sólo piensas en tus intereses”, “-Tuviste tu oportunidad y has fallado a puerta vacía”, “-Vamos derechos a segunda división”...) ante el pasmo general del respetable. Es verdad que los aspirantes a números uno no exhiben en su currículum una volea mágica que garantice una champion, pero también lo es que los que se resisten a dejarlo tampoco tienen las vitrinas repletas de trofeos. Lamentablemente, en el actual panorama político juegan muy pocos Balones de Oro.
Al final, a Zidane sólo se le recuerda por aquel cabezazo de impotencia, y Pavón sigue buscando un equipo que le permita volver a vivir cómodamente del fútbol.