29/9/09

Sobre mi estado de ánimo. Soneto.

Repuesto de las fotos de las niñas.
Resacoso de fastos de Eutopía.
Harto de verle el fondo a la alcancía.
Herido de Karmeles y Mariñas.

Pifiado de senyeras e ikurriñas.
Cansado de silbar frente a la vía.
Abrumado de flores a porfía.
Huérfano de motines y de riñas.

Anhelante del vino y de las rosas.
Preocupado por las “realzas” de enero.
Ahíto de ocurrencias talentosas.

A la busca de un foro de foreros,
que tenemos que hablar de muchas cosas.
Compañero del alma, compañero.

22/7/09

Elegía a Cajasur

Después de tanto luchar Castillejo...
Después de tantos pulsos superados,
de tantos afectos desafectados,
de quintacolumnistas de Consejo...

Tras zamparse a Mellado y a Castilla,
tras jugar al frontón con Magdalena,
tras amputar los miembros con gangrena
y llegar a Madrid yendo a Sevilla...

Después de combatir la Ley de Cajas...
Después de tanto porfiar con Chaves,
claudica el sucesor, rinde las llaves
en pleno mes de julio y en rebajas.

Por mor de auditorías y amenazas,
todo encaja en la caja de Medel.
Hallóse cura contra el cura aquel
doctor honoris causa en calabazas.

¿Do duermen las cuitas? ¿Do queda el llanto?
¿Do fueron los augurios lastimeros?
¿Quien defiende el “-Se llevan los dineros”?
¿Quién entona el “-No me quieras tanto”?

¿Por qué lo que, hasta ayer, era un expolio
hoy bendice la curia en los altares?
¿Por qué ahora se adorna de alamares
el luto del terror al monopolio?

Hoy ceden detractores y papistas.
Hoy aplauden quienes vociferaban.
Hoy nieva sobre los que calentaban.
Hoy vitorean viejos pesimistas.

Cajasur quedará para la historia
como el reducto que entregó su brillo
cegado por el polvo del ladrillo.
Llegan tiempos de paz. Y, después, gloria.

8/7/09

¿De qué se ríe Cristiano Ronaldo?

Reconozco que mi primer impulso, nada más conocer los detalles del fichaje de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid, fue -como el de todos los blogueros- sentarme delante del ordenador y marcarme un par de folios. Luego recapacité y me dije “-No. Yo no voy caer en la trampa del Florentino”. Pero los días siguen pasando, y los medios de comunicación (muchos) y los aficionados (miles) mantienen al futebolista encumbrado en su altar; un altar que refulge iluminado por la sonrisa de CR7. Pero ¿de qué se ríe Cristiano Ronaldo?
Quedará algún madridista que continúe defendiendo el fichaje, pero el sentido común cada vez deja menos margen al elogio. Lo de Cristiano Ronaldo es una aberración.
En el verano de 2003, el Manchester United apostó parte de los 25 millones de euros que desembolsó el Real Madrid por David Beckham para probar suerte con un futbolista portugués de dieciocho años prácticamente desconocido. Invirtió 18 millones de euros, y la jugada le salió redonda: ha disfrutado de los mejores seis años de Cristiano Ronaldo y, cuando comienza a bajar en su rendimiento, lo vende por 94 millones. (Un paréntesis: Beckham jugó en el Madrid cuatro ligas y sólo ganó una, la última, la que se pasó en el banquillo; al final, el club de Florentino no pudo venderlo y tuvo que dejarlo ir sin ganar un solo duro en la operación)
¿De qué se ríe el Manchester? O mejor ¿de quién? Está claro. Con 94 millones de euros se pueden comprar muchos jugadores promesa, que ya vendrá algún tonto con dinero a pagar cinco veces su precio cuando ya no sea interesante. 94 millones de euros son muchos millones. Es el presupuesto para el 2009 del ayuntamiento de Toledo, es el presupuesto del Sevilla CF para la temporada 2009-10, es lo que vale comprar el Tottenham... Cualquier gestor espabilado compondría una plantilla con la que no hacer el ridículo en la Champion gastando la mitad de lo que el señor Pérez le ha soltado al club inglés.
Ya sabemos, por lo tanto, de qué se ríe Ferguson. Pero ¿de qué se ríe Cristiano Ronaldo? Muy fácil: el Real Madrid va a pagar al pelotero de Madeira trece millones de euros al año -un millón de euros al mes- por vestirse de blanco. Ronaldo no le ha podido quitar el '7' a Raúl, pero sí ha conseguido cobrar el doble de lo que percibe su capitán. El tesorero del Madrid tiene una partida en sus presupuestos -la CR9- para reservar 13 millones de euros para la nómina del futbolista; la ministra de Hacienda tiene otra partida en los suyos -la CR09- para enviar a Ciudad Real 12,5 millones de euros con los que pagar las 66 obras que le han correspondido de los fondos FEIL, que darán trabajo a 460 personas.
Nadie vale 94 millones y nadie debe cobrar 13 millones de euros al año por jugar al fútbol. Y Cristiano, tampoco. Si lograra repetir sus números de la temporada pasada, por cada partido que disputase (jugó 71) ingresaría más de 180 mil euros, y cada gol que obtuviese (marcó 34) le saldría a su club por 380 mil. (Otro paréntesis: Forlán consiguió 32 goles en la liga -Ronaldo, 18-; Messi hizo 9 tantos en la Champion y 6 en la Copa -el portugués, 4 y 2-)
De eso se ríe Cristiano Ronaldo: de los sueldos de los 80 mil mileuristas que le aplaudieron en el Bernabéu; de los halagos de los periodistas a los que pronto va a despreciar (e incluso a agredir), de los abrazos de Florentino al que abandonará en cuanto le llegue otra oferta más interesante, de las mocitas madrileñas que van alegres y contentas (véase el glorioso himno) a comprar camisetas, colonias, zapatillas... para que quienes las pasean en moto se parezcan a su ídolo.
En lo único en lo que le doy la razón al Pérez es que a CR9 le sienta bien la camiseta blanca. Por lo menos para ilustrar esta otra estrofa del himno merengue:
¡Hala Madrid!
Enemigo en la contienda,
cuando pierde da la mano
sin envidias ni rencores,
como noble y fiel hermano.

3/7/09

Cerremos Garoña

Aunque sólo sea por estética, cerremos Garoña. Por lo que representa.
Garoña representa el pasado. Un pasado de ministros de camisa azul con banda cruzada al pecho que presumían de autarquía, régimen y prosperidad.
Garoña representa el derroche. Representa la voracidad energética que no duda en multiplicar los watios por kilos, por megas, por gigas... y ya inventaremos máquinas para consumirlos.
Garoña representa el chantaje. El temor a que se agoten los cheques, las nóminas y los subsidios lleva décadas ocultando aterradores informes sanitarios y concluyentes estadísticas sobre la incidencia de la radiación en la salud de los habitantes de la comarca.
Garoña representa el egoísmo. ¿Es esta la herencia que queremos legar a las generaciones futuras? ¿Un medio ambiente esquilmado, contaminado, agotado, inhabitable...?
Y, por si fuera poco, los escasos argumentos que se aportan a favor de su continuidad son falsos o están tendenciosamente manipulados:
Mienten quienes dicen que el cierre de Garoña nos hará depender de Francia en materia energética. ¿Acaso esos escasos cuatro mil gigawatios son la salvación? Y, si fuera cierto, ¿por qué estamos exportando energía a Portugal y a Marruecos?
Manipulan quienes aseguran que el cierre de Garoña se notará en el recibo de la luz. ¿Subieron -especialmente- las tarifas tras el cierre de Vandellós (en 1990) o de Zorita (en 2006)?
Ocultan la verdad quienes declaran que Garoña es una central segura. ¿Ya han olvidado los innumerables 'pequeños' incidentes, los vertidos de aguas radiactivas al Ebro, las nueve paradas no programadas que se han registrado en lo que va de año? Varios componentes internos de la vasija del reactor sufren agrietamiento múltiple por corrosión, que ya afecta al 70% de las canalizaciones del sistema de frenado de la reacción nuclear.
Ponen en duda su propia credibilidad quienes certifican que las centrales nucleares no contaminan. Hay estudios más que suficientes para, al menos, ser prudentes y cuestionar la inocuidad de las emisiones, y para poner en duda nuestra capacidad de neutralizar los vertidos, los residuos y los desechos.
Podemos vivir sin Garoña, una instalación diseñada (con la tecnología de 1966) para resistir 40 años, y dimensionada (bajo los parámetros de viabilidad económica de 1970) para ser amortizada en 40 años.
Garoña ha cubierto su etapa. Gris, sucia y despreciable. Ahora toca cerrar Garoña.

23/5/09

Las gafas de Rosa Aguilar

Acabo de darme cuenta. No es que Rosa Aguilar haya cambiado de chaqueta; ha cambiado de gafas.
Habitualmente, los políticos no se dejan fotografiar en situaciones incómodas: fumando, con un vaso en la mano, sudando, comiendo, discutiendo... e, incluso, en algunos casos, con gafas (lógicamente, en el caso de que puedan evitarlas). Supongo que será porque piensan que les hace parecer inferiores, imperfectos, humanos.
Lo de las gafas cambió, y ahora se utilizan como herramienta para resaltar la faceta intelectual (o, al menos, la lectora) del personaje. [Por cierto, que cada vez son más los políticos que se muestran sin pudor con un pitillo entre los dedos; ya hablaremos de eso].
Y en estas, aparecieron las gafas rosas de Rosa.


Estas fueron las gafas de dirigir plenos, vociferar en mítines y pronunciar pregones. Unas gafas alegres, modernas, atrevidas..
Pero como las cosas están para complicarlas, se ve que la ex había aprovechado la campaña dos-por-uno de Afflelou, y llevaba otro par en el bolso, con el agravante de que no sabía qué hacer con ellas.



Se dio cuenta de que, para estas gafas, necesitaba otro trabajo, y aceptó la llamada de Pepe Griñán. Ahora utiliza esta montura sobria, clásica... perfecta para consultar planos, expedientes y contratos. Ahora, que no tiene que dirigir plenos, vociferar en mítines ni pronunciar pregones ¿con qué se va a poner las gafas rosas?
Como me confieso culpable de cualquier delito de lesa elegancia que se me pudiera imputar, me reservo mi opinión sobre qué lentes le sientan mejor.
Me quedo con una imagen de hace años

en la que Rosa Aguilar nos mira a los ojos, limpiamente, directamente. Sin escuchar modas. Sin interponer cristales.

28/4/09

Diez años con Rosa

Conocí a Rosa Aguilar a finales de 1986.
Por aquel entonces, era una joven y prometedora concejala del PCE que había accedido a un sillón capitular arrastrada por el tsunami con que Julio Anguita zarandeó (diecisiete concejales de veintisiete) aquel ayuntamiento recién democrático. Rosa quiso aprovechar su tren y aceptó una de esas áreas municipales desaboridas, Disciplina Urbanística, y gritar sin eco en la Diputación de las mayorías absolutas que aquella legislatura presidía José Miguel Salinas (y donde también debutaba un lampiño alcalde de Fuente Obejuna, de nombre José Mellado, con quien fue encontrándose y desencontrándose en los años sucesivos).
El tiempo ha nublado aquellas imágenes, pero aún me llega con suficiente nitidez el recuerdo de ciertas sensaciones, entre ellas la de que aquella política de izquierdas, que en Comisiones Obreras seguían conociendo como Quina, olía a papel protagonista (¡cuántos actores de reparto, de los de aquellos primeros tiempos de la democracia, se han ido quedando fuera de los rodajes...!).
Anguita -precursor de los alcaldes dimisionarios- premió el trabajo de la ya rebautizada Rosa Aguilar y la enganchó a su rebufo, lo que la llevó primero hasta San Hermenegildo y después hasta San Jerónimo. Mientras trabajó en los parlamentos de Sevilla y de Madrid, se hizo más difícil verla por Córdoba, hasta que la nueva Izquierda Unida la situó al frente de la dirección provincial, y la obligó a pasarse por casa una o dos veces por semana. Sus comparecencias en la sede de Ambrosio de Morales se fueron espaciando al mismo tiempo que se convertía en una de las habituales de la tribuna de oradores de las Cortes. Cada vez era más frecuente verla por la tele que en persona.
Y así hasta 1999. Herminio Trigo había encallado en los juzgados el buque insignia de Izquierda Unida, y Rosa Aguilar regresó a Córdoba para recuperar la alcaldía. Por primera vez se arrojaba al vacío sin el paracaídas de Anguita, colocando su nombre el primero de una papeleta electoral que no recogió todos los aplausos que esperaba, ni en su elaboración, ni en su presentación, ni en el escrutinio. Pese a ello, entró por la puerta de Capitulares dispuesta a hacer suya la sexta legislatura, sin atender a que en la Junta de Portavoces se sentaban el último alcalde (Rafael Merino), el anterior presidente de la Diputación (José Mellado) y el único sostén de IU durante la travesía del desierto (Andrés Ocaña). Había vuelto para ser alcaldesa, y no iba a cambiar su escaño en el Congreso por un sillón en los bancos de la oposición.
Consciente de que en política lo difícil no es mantenerse sino llegar, se enfundó el chubasquero de escurrir críticas internas, externas, propias y ajenas. Consciente de su capacidad, pidió tiempo y paciencia a seguidores, detractores, amigos y enemigos. Consciente de su superioridad en el cuerpo a cuerpo, se tiró a la calle en busca de las cordobesas y cordobeses, se arrojó a los brazos de los medios de comunicación para remachar su presencia social y afianzar su liderazgo, y se hizo perejil de todas las salsas: conocimos a la Rosa peñista, motera, cofrade, cercana, monárquica, viajera, futbolera, emotiva, rociera, solidaria, religiosa... La vimos recibiendo a reyes y consolando a plebeyos; la vimos encabezando manifestaciones y homenajeando a banqueros; la vimos en la Pasarela Cibeles y de perol en La Palomera.
No es fácil simplificar la última década de Rosa Aguilar. Y menos si pretendes hacerlo desde una triple perspectiva: alcaldesa-ciudadano, política-periodista, amiga-amigo.
Como vecino, comparto el diagnóstico generalizado: luces y sombras. Pitos y palmas que le han valido en alguna ocasión para salir por la puerta grande, y para abandonar el coso con escolta policial, en otras. Lo mejor, sin duda, la imagen de ciudad que ha sido capaz de proyectar al exterior; lo peor, los muchos proyectos (grandes y pequeños) inacabados. No siempre se rodeó de los mejores, y en el pecado llevó su penitencia.
Como periodista, he disfrutado y sufrido con su obsesión mediática. Aguilar es maestra en regalar complicidades, despachar protagonismos y escurrir confidencias. Pocos políticos ha habido en España con una relación con la prensa tan hipnótica como la extinta alcaldesa; pocos han sabido embaucar, contentar y seducir a los plumillas como ella; pocos han aprendido a agasajar con un gesto, una sonrisa, a quienes acudían -por obligación- a escucharla. Aunque sus colaboradores más cercanos terminan por denunciar la exigencia, la presión y la dedicación a la que obliga Rosa Aguilar, compartir momentos de trabajo -a tiempo parcial- ha venido a ser, en líneas generales, gratificante.
Y como amigo... En mi relación con Rosa siempre he tenido la sensación de ser más amigo de ella, que ella de mí. Nadie puede ser tan amable, tan cordial, tan solícito, tan generoso, tan encantador... sin que quepa la duda de la sinceridad. Dudo de que haya alguien con más amigos que esta mujer, y estoy convencido de que la inmensa mayoría de ellos piensan que, en su caso, sí se trata de una relación recíproca y correspondida. El tiempo te enseña a valorar los gestos, los desaires, las muestras de afabilidad, los desencuentros; aprendes a colocarte en el lugar del otro para intentar discernir qué hay de auténtico en el saludo, en el beso, en la charla...
El día en que Rosa Aguilar anunció que se iba, todos los que nos encontramos en su círculo de influencia -más cerca o más lejos del núcleo- supimos que era el fin de una etapa. Algunos respiraron aliviados, otros suspiraron esperanzados, otros se atragantaron. Seguiremos escuchando los mismos mensajes (“Cordobesas y cordobeses...”, “Es esencial y fundamental...”, “Mi único compromiso es Córdoba...”), aunque cada vez más lejanos, y seguirá habiendo quienes se los crean y quienes no.
Yo continuaré interpretándolos desde mi triple paradigma. Y añorando, ¿por qué no reconocerlo?, aquel lejano 1986, cuando conocí a una joven y prometedora concejala del PCE que había accedido a un sillón capitular arrastrada por el tsunami de Julio Anguita...

19/4/09

Soneto al hartazgo dominical

Harto de ver a Alonso dando vueltas,
de oír que Martitegi está en el trullo,
de interpretar a columnistas cuyo
único fin es hilar palabras sueltas.

Cansado de ver pelis (serie B),
de no encontrar mesa en la Corredera,
de estar pendiente de una delantera
que sólo mete goles con el pie.

Hastiado de buscar alternativas
y apenas conseguir dar un respingo.
De navegar remansos de aguas vivas...

De intuir que seré carne de bingo...
De vagar y rendir expectativas...
No puedo más. ¡Qué hartura de domingo!

17/4/09

Córdoba en mayo

Se acerca mayo y se aleja Córdoba.
Hace ya bastantes años que nuestros mandamases se empeñan en reinventar el calendario. Mientras que en el resto del mundo el año dura 365 días, en Córdoba nos empeñamos en condensar el tiempo en un mes, con nombre de abeja, que se vuelve enorme, espeso, inabarcable...
Como yo soy de los que peinan canas, tengo margen para echar la vista atrás y recordar mis primeros mayos. Y, o tengo poca memoria, o a mí esto me lo han cambiado. Cuando yo era pequeño, el mayo lúdico-festivo empezaba con una visita a una cruz (a ser posible, la del barrio), seguía con un perol en Linares (o en el arroyo Pedroches, si te entraba hambre pronto), y terminaba con la feria: un par de vueltas en los coches de tope, una tajada de coco, una tortilla en la caseta del PCE y un par de porros oyendo un concierto en la caseta de Medicina.
Pero de pronto apareció algún ansioso y se entretuvo en rellenar los días -todos los días- de festejos, pasacalles, eventos, desfiles, conciertos, exposiciones, paseos, pregones, veladas, cabalgatas, visitas, performances y fuegos artificiales.
Un amigo de fuera me dice que el mes de mayo no está diseñado para los cordobeses. Que es como los sanfermines o las fallas, donde sólo disfruta el que viene de lejos. Serán -ya digo- las canas, pero cada vez le doy más la razón.
¿No sería más lógico celebrar la fiesta de los Patios en abril y la cata del vino en septiembre? ¿Por qué hay que programar Cabalcor en mayo? ¿Y el Festival de Blues?
Al final, el 99% de las actividades turístico-culturales-festivas se concentran en un par de meses o tres. Semana Santa, Cosmopoética, Feria del Libro, Mayo, Noche Blanca y Festival de la Guitarra... y luego, el páramo.
Pero, bueno. Nos toca, encima, representar el papel de cordobitas, y presumir de lo bien que nos lo pasamos y de que no sabemos a dónde acudir.
Se acerca mayo y, más de uno, querría alejarse.

23/3/09

La invasión de los caracoles

Aunque parezca el título de una película de ciencia ficción -nada más lejos de mi intención que sembrar la alarma-, sólo quiero proponer una reflexión: ¡qué de puestos de caracoles se han abierto este año!
Centenares de millones de estos gasterópodos ocupan, desde hace algunas semanas, nuestras plazas, jardines y aceras. Eso sí, a fuerza de hervir en los peroles, los desgraciados animalillos apenas si pueden disfrutar de la invasión, y sólo -como el Cid Campeador- se apuntan la victoria después de muertos.
Y conste que a mí me gustan. Chicos y gordos, picantones y cabrillas. Me gustan por su sabor y, sobre todo, por lo que mantienen de aperitivo de pueblo, humilde y tradicional. ¡Cuántos recuerdos acompañan a cada trago caliente -muy caliente- de caldo con sabor a hierbabuena y cáscara de naranja!
Además dicen que estos moluscos son de lo más nutritivo. Contienen el 98% de los aminoácidos esenciales para el ser humano; el 80% de su carne es agua, y rica en sales minerales y vitaminas; alcanzan hasta un 16% de valor proteínico, y apenas un 0,5% de aporte graso. ¡Pues por eso va a ser que, cada día, los cordobeses damos buena cuenta de casi 3.000 kilos de caracoles –tacita arriba, tacita abajo-…!
Tal es nuestra voracidad que a lo mejor habrá que poner en marcha un ‘Proyecto Caracol’ con el que garantizar la supervivencia de la especie. Por de pronto, en su inmensa mayoría provienen del Maghreb, donde se continúa ‘recolectando’ (¿se dice así?) del campo. Aquí, en la península, se ha intentado con la cría extensiva en invernadero, aunque parece que no cuaja y tendremos que seguir exterminando los caracoles morunos.
Pero la invasión a la que me refería era a la de los puestos. Por llamarles algo. ¡Qué distintas las carpas que se montan ahora! Con veladores, cuartos de baño y agua corriente, televisor y aire acondicionado. Veintisiete se han instalado, dicen que por la crisis; debe de ser la única ratio en la que lideramos todos los indicadores. Seguro que mis amigos del Carril Bici, y los de la Comisión de Barreras, y los de la Accesibilidad al Casco, y las asociaciones vecinales... tienen algo que decir, y con razón, acerca de este subarriendo de los espacios públicos.
Yo, por mi parte, lo único que voy a hacer es proponer a la Gerencia de Urbanismo una reserva de suelo -dotacional o de equipamiento- para estos chiringuitos.
Bueno, mejor me espero, no sea que les prescriba otra multa y me echen a mí la culpa.

19/3/09

El día del padre

Cuando yo era pequeño, el 19 de marzo era el día de San José Obrero. A tan tierna edad, no alcanzaba a vislumbrar que aquella celebración no era sino el resultado de sumar el día de San José (el esposo de María) y el día de San José (el humilde obrero de Nazaret a quien Pío XII elevó a próvido guardián de los trabajadores).
Como el sumo pontífice tuvo la feliz ocurrencia de colocar la festividad de San José Obrero el 1 de mayo -y el régimen de la época (1955) no estaba por dar día libre en fecha tan señalada-, durante años, los currelas celebraron el día del Trabajo en marzo, bajo la advocación del divino consorte.
Luego llegó El Corte Inglés (antes Galerías Preciados) y se inventó el día del Padre. Los mayores recordarán cómo en enero nos regalaban una hucha de lata, para que fuéramos echando allí nuestros ahorrillos; después nos llevaban en autocar a la supertienda, abrían la alcancia -en presencia de un notario, casi- y nos invitaban a convertir las pesetillas en un digno presente filial (el cenicero de barro es una aportación posterior, coetánea del marco de macarrones del día de la Madre).
Yo, que seguía sin enterarme de la película, al ver escrito en mayúsculas 'el Día del Padre', perdí muchas horas de mi ocio infantil buscando un regalo con el que quedar bien ante el Altísimo, y preguntándome para qué querría el Creador un bote de litro de Varón Dandy.
Por fin un día -prefiero ocultar el momento exacto- advertí que la jornada festejaba el día de los padres, de todos los padres. Pero entonces mi desconcierto fue aún mayor: ¿a quién se le habría ocurrido elegir patrón de los padres a San José?
A mí se me ocurren treinta o cuarenta santos varones con mejor currículum -algunos aún viven- para ostentar tal distinción. Siempre he visto en San José a un abuelete -¿qué quieres? el de mi portal de belén tenía pinta de jubilado- intentando convencerse a sí mismo de que su joven y bella esposa había quedado encinta por la gracia -nunca mejor dicho- de Dios. La historia terminó el día en que leí lo del padre putativo -con perdón-. Pater putativus: persona que se tiene por padre de otro no siéndolo.
¡Qué curiosas las siglas -PP- con que los antiguos lectores de las sagradas escrituras abreviaron el nombre! Y qué curioso que ahora los modernos lectores de los evangelios y el PP, entre otros, traten de evitar que algunos padres -evidentemente, me refiero a los de las parejas homosexuales- reconozcan como propios a los hijos biológicos de sus cónyuges.
Por su culpa se quedarán sin cenicero.

6/3/09

Un mundo con fin

Un cuñado que presume de conocer mis gustos literarios me regaló esta Navidad 'Un mundo sin fin'. Cuando observó mi rictus al deshacer el paquete, se 'mediodisculpó' pretendiendo haberme oído hablar bien de 'Los pilares de la tierra'. A pesar de esta infamia, por aquello de mantener vivas las relaciones familiares me volví a dejar conducir por Ken Follet a través del Kingsbridge medieval.
(Antes de seguir leyendo, querido amigo, te advierto de que pienso destripar el final del libro; esto es por si, pese a todo, sigues mostrando interés en perder el tiempo con ese montón de hojas de papel, pensado para tintar otros miles de montones de hojas de papel... moneda)
El hombre tiene obsesión por tropezar dos veces con la misma piedra (yo pensaba que era el único animal capaz de hacerlo, hasta que descubrí lo fácil que es tomarle el pelo a mi perro) y yo, cómo no, lo hise ('hise': homenaje a Pepe Rubianes, que por fin descansa en paz harto de convivir con tanto imbécil). Esta humilde crítica literaria pretende, únicamente, ahorraros el sufrimiento por el que yo he pasado:
Amigas, amigos. Alejaos de Ken Follet. Y, sobre todo, de Merthin, de Caris, de Philemon, de Godwin... de los quince millones de personajes -uno arriba, uno abajo- que rellenan las miles de páginas del tocho. ¿Alguien recuerda a un protagonista más desafortunado (“Ay, mísero de mí. Ay, infelice”), a un personaje a quien le ocurran más desgracias, a un ser con más paciencia y con más mala suerte, que los 'buenos' de 'Los pilares de la tierra' y sus bisnietos de 'Un mundo sin fin'? Y los malos ¿quién es capaz de darme el nombre de un individuo más depravado y con más mala leche que los que el Follet se inventa para putear al personal?
Supongo que este creador de best-seller estará dispuesto a continuar la saga (a ver quién apaga una máquina de hacer dinero), pero, por lo que a mí respecta, a ese mundo le llegó el fin: la peste terminó con los pocos siervos que Ken Follet dejó vivos, el derrumbe del puente ahogó a todos los mercaderes de Shiring y el conde malvado asesinó a todos sus bastardos y a todas las mujeres a las que ultrajó; los monjes perversos ardieron en las hogueras, y el mal gobierno de los nobles causó la pérdida de todas las catedrales, las torres, las posadas y los hospitales de Inglaterra.
Y que, a quien vea a mi cuñado con un libro para mí y no me lo advierta, se le seque la yerbabuena.

25/2/09

El tío del mazo

Mañana me voy al carrefour a comprarme un mazo.
Todo viene a partir de ver por la tele la escena más repetida de la campaña electoral vascogallega, que no es otra que la confluencia cósmica de un ciudadano-hasta-los-huevos, una herrikotaberna y un mazo, con los resultados largamente previsibles.
Que digo yo que, sin entrar en lo desmedido de la respuesta, estas cosas te deben dejar a gusto. ¿Te imaginas entrar en el despacho del jefe con ese ímpetu? ¿O en el negociado de concesión de licencias?
A los aficionados al ciclismo les sonará esta expresión, “el tío del mazo”, porque la utiliza el inefable Perico para referirse al bajonazo que le entra de cuando en cuando a alguno de los corredores que pretenden subir el Tourmalet a ritmo de samba. Ahora, visto lo de Lazkao, cobra otra dimensión, pelín más dramática.
Yo, en cualquier caso, como soy de natural pacífico, voy a buscar un artilugio menos contundente, tipo escoba, porque, en definitiva, qué sacamos con destrozar puertas y cristales si dejamos en pie las barreras... Y esas no se echan abajo así como así.
El tío del mazo se ha hecho famoso, héroe para unos, villano para otros, aunque el final sea el de siempre, el del exilio forzoso. Ahora se le abren varias alternativas: a) regresar (a ser posible acompañado) pertrechado de mazos y escobas, b) pedir asilo político lejos de quienes le amenazan (y además se molestan porque les amenacen) o c) agazaparse en una curva a esperar ciclistas.
Me pido la d).

24/2/09

Me tengo que hacer una foto

Me ha dado por ponerme a repasar las fotos de mis 'amigos' de 'feisbuc' y he sacado, como primera -y única- conclusión que me tengo que hacer una foto.
No sé cómo he tardado tanto en darme cuenta de que la 'feis' es la 'feis' (y de que, en realidad, aquí hay poco 'buc'). Observo cómo mis 'amigos' y los 'amigos' de mis 'amigos' sí que se lo curran: el 'feisbuc' viene a ser como el álbum de fotos que guarda mi madre en un cajón de la cómoda, pero sin desencuadernar y con el fijador mejor aplicado.
Y no hablo sólo de la imagen. Cuando digo que me tengo que retratar me refiero a algo más que al momento mágico en que un aparatejo consigue tintar un trozo de papel con una imagen (que a mí, cuarenta años viendo fotos, me sigue pareciendo un misterio). Veo cómo cada cual se posiciona, se une a grupos y clubes selectos, se rodea de buenos 'amigos' y lanza grafittis a su muro (o al del vecino, que sale más barato) para enviar señales. Hay que meditar qué pasos dar, porque todos tenemos un pasado y corremos el riesgo de que un antiguo compañero de tuna termine por encontrarnos el rastro...
Me voy a dar un par de días para encontrar un photomatón (¿quedan?). Luego vuelvo y os la enseño.

23/2/09

El cazador cazado

De joven solía contar un chiste que, al menos a mí, me parecía simpático:
Un niño -pequeño- llega a la cocina, donde su madre está preparando el almuerzo, con la mochila a la espalda y le dice: “-Mamá, me voy de caza...”, y al ver que no le hace ni caso, remata la frase: “... para ziempre”. Seguro que cuando invitaron a Mariano Fernández Bermejo a salir de caza, el ex ministro no sabía que era un 'zalir' para no volver.
Si para algo ha servido esta dimisión, ha sido para que los tertulianos y columnistas exhiban su acervo popular. La verdad es que, como diría aquel, se lo han puesto a huevo, y ahora no hay quien calle a los fedeguicos, alsinas y pedrojotas.
“Hombre que lejos va a cazar o va engañado o va a engañar”, “La razón del cazador: a una mentira, otra mayor”, “En la caza y los amores, mil sinsabores”, “Si quieres ser cornudo, anda de caza a menudo”, “Cuando el galgo se estiraza, mal día de caza”, “Al mejor cazador se le va la liebre”, “Levanta uno la caza y otro la mata”...
En un primer análisis, el que más debería gustar a Rajoy es ese de “Pájaro que vuela, a la cazuela” pero, ojo, que hay algún otro que tendría que hacer reflexionar al líder pepero -por si las moscas-, que va de cacerías y de plantígrados.
Donmariano ha puesto a la venta la piel del oso equivocado, y ahora tiene que tragarse un sapo como un madroño: con la que estaba cayendo en la puerta del Ministerio, y ahora le recetan un curso acelerado de 'Ética y estética en la asunción de responsabilidades políticas', en cinco capítulos (uno para cada día de campaña). Se ve que el oso, antes de dejarse el pellejo, se despidió con un abrazo.
Porque, al final ¿a quién se estaban refiriendo cuando hablaban del 'cazador cazado'?

15/2/09

Réquiem por el Guadiato

Ayer estuve con el Club de Piragüismo recorriendo el embalse de La Breña [reportaje fotográfico]
Echamos al agua las embarcaciones en el Club Náutico de Córdoba, junto a la presa. Mejor dicho: junto a las presas, porque ya están las dos levantadas.
Hay una, pequeña (50 metros sobre el cauce; 281 metros de ancho en la cota de coronación), construida en tiempos de la República para almacenar 100 hectómetros cúbicos de agua, para lo que hubo que inundar 587 hectáreas.


Detrás, como una negra montaña,se alza la gran presa (120 metros de altura, 685 metros de lado a lado) que atrapará el río Guadiato hasta convertirlo en un gigantesco lago: 823 hectómetros cúbicos de agua que inundarán unas 2.000 hectáreas de bosque mediterráneo.
Y las inundarán cueste lo que cueste. Como el río Guadiato no es precisamente el Amazonas, difícilmente podrá cumplir con lo que se le exige. Hoy por hoy, el Guadiato se represa en Sierra Boyera, Puente Nuevo y La Breña, aunque con el agua de estos tres embalses (si estuvieran llenos) no llenaría ni la mitad del nuevo macropantano: más de 800 mil millones de litros. Así que habrá que bombear, hacia arriba, agua del Guadalquivir, para hacer realidad esta megalomanía, para anegar veinte millones de metros cuadrados del territorio del lince, del olivar, del conejo, del encinar y del toro con las aguas turbias del Río Grande.
Y todo para que los latifundios de la zona puedan seguir derrochando, para ahorrarles la instalación de sistemas de riego más eficaces, para evitarles la tentación de optar por cultivos más sostenibles, para invitarles a mantenerse en el despilfarro y la insolidaridad.


Ayer disfrutamos de la naturaleza, en un río verde, alegre, vivo. Quienes quieran disfrutar de estos paisajes tienen que darse prisa, porque pronto quedarán bajo las aguas -decenas de metros, millones de litros de aguas sucias- del nuevo La Breña.

1/1/09

Feliz año nuevo

Estamos subidos en una gigantesca peonza que recorre el universo a una velocidad que se escapa de toda imaginación.
‘Gigantesca’ porque la Tierra es una cuasiesfera que pesa casi 6.000 trillones de toneladas y ocupa algo más de un millón de billones de metros cúbicos de sistema solar.
Aunque parezca imposible, esta bola enorme, de más de 40 mil kilómetros de perímetro, con una superficie que, extendida, ocuparía 510 millones de kilómetros cuadrados, gira sobre sí misma, como una ‘peonza’, a más de 1.600 kilómetros por hora (en el ecuador; en el eje de rotación, está prácticamente quieta).
Por si fuera poco, este trompo descomunal además se desplaza, a 107 mil kilómetros por hora, girando alrededor del sol. (Por cierto, que la Tierra y el Sol -y todo el Sistema Solar- también se mueven dentro de la Vía Láctea, a más de 980 mil kilómetros por hora; una Vía Láctea que, a su vez, navega por el firmamento a una velocidad aún mayor).
Como si se tratara de un estadio de atletismo -en este caso, prácticamente circular-, alrededor del Sol hay una pista de carreras con varias calles. La nuestra, la tercera, tiene una cuerda de más de 900 millones de kilómetros. Los planetas que viajan por las calles más cercanas completan sus vueltas mucho más rápido (Mercurio da la vuelta al Sol en menos de tres meses; Venus tarda siete meses y medio), mientras que los ‘corredores’ más alejados del centro hacen una carrera por su cuenta (casi 165 años tarda Neptuno en completar cada circunferencia).
Esta larga introducción (por cuyas imprecisiones pido humildemente perdón a todos los astrofísicos presentes en la sala) viene a cuento de la actual colocación de la pancarta de meta en este inmenso velódromo cósmico. Es decir ¿en qué lugar de la órbita terrestre hay que empezar a contar cada vuelta? O, dicho de otra manera, ¿qué día empieza el año nuevo?
Aunque los más osados aseguran que la Tierra ya ha dado más de cuatro millones y medio de vueltas al Sol (la primera mitad de la carrera, sin tripulación), sólo en las últimas 3.000 o 4.000 circunvalaciones ha habido interés por medirlas, cronometrarlas y, en definitiva, preverlas, para anticipar cuándo, en qué momento de cada vuelta, llegarían las lluvias, el calor o las cosechas.
Buena parte de la humanidad (si no la más numerosa, sí la más influyente) se rige por el calendario gregoriano, el occidental, el que fija el inicio del año el primer día del mes de enero, pero no en todo el planeta se utiliza el mismo convencionalismo.
El 30 de septiembre, 1 de tishrei, comenzó el año 5769 para el pueblo judío. Los musulmanes estrenaron año nuevo (el 1430 de la Hégira) el pasado 29 de diciembre, para ellos el 1 de muharram. Los chinos iniciarán el 26 de enero su año 4707 (el año del buey).
¿Cómo se eligen estas fechas? La mayoría de los calendarios tienen su origen en la necesidad de preparar las labores del campo. Por ello, se solía hacer coincidir el principio del año con el equinoccio de otoño (así lo hicieron los egipcios, así se hizo con el calendario republicano francés, y así se hace actualmente en los centros educativos, para el año hidrológico y para la liga de fútbol) o con el de la primavera (el caso, entre otros, de los antiguos chinos), con los ciclos lunares o con las apariciones de determinadas estrellas (fundamentalmente, Sirio). Con el paso del tiempo, y con las correcciones que han tenido que incorporar todos los sistemas de medición -sin excepción-, las fechas se han ido moviendo y adaptando a otro tipo de necesidades (principalmente, administrativas).
En nuestro caso, la adopción del 1 de enero como inicio del cómputo anual se la debemos -¿cómo no?- a los antiguos romanos y a su animus belli. Inicialmente, el año romano comenzaba en marzo (martius), el segundo mes era abril (aprilis), el tercero, mayo (en honor de Maius, dios de la abundancia), y el cuarto, junio, dedicado a Juno. Le seguían, en quinto lugar, quintilis (que luego se denominó julio, en honor a Julio César), sextilis (el futuro agosto, por Octavio Augusto), septembris (el séptimo), octobris (el octavo), novembris (el noveno) y decembris (el décimo). El primitivo año romano se completaba con januarius (el mes de Jano) y se cerraba con el mes de las februa, o purificaciones -februaris-, con 28 o 29 días según las necesidades.
Sin embargo, a los militares, que comenzaban sus hazañas bélicas en primavera (en el mes de Marte), les venía mejor adelantar un par de meses el año nuevo, y así tener tiempo para preparar las campañas, provisionarlas, y reclutar e instruir a los legionarios. Gracias a ellos, septiembre no es el mes séptimo sino el noveno, y el día bisiesto no es el último del año sino el sexuagésimo.
En sentido estricto, y a falta de criterios objetivos, cada instante comienza una nueva vuelta al Sol. ¿Qué más da que nos quedemos con el calendario gregoriano, con el chino o con el escolar, o que situamos nuestro año nuevo el día de nuestro cumpleaños? Se trata de meros convencionalismos que apenas nos sirven para rendir cuentas y realizar predicciones. ¿Qué sería de los pronósticos del FMI, de la OCDE, de la FUNCAS…, de las estadísticas del INE, del CSIC, del IESA…, de los programas de la UE, de la UN, de la OMS… si no estuviésemos de acuerdo en que los años van de enero a diciembre?
Y, sobre todo, ¿qué seria de Movistar, Vodafone y Orange sin los 200 millones de SMS con los que nos hemos felicitado los españoles el año nuevo?
Estas sí que son macrocifras.