19/3/09

El día del padre

Cuando yo era pequeño, el 19 de marzo era el día de San José Obrero. A tan tierna edad, no alcanzaba a vislumbrar que aquella celebración no era sino el resultado de sumar el día de San José (el esposo de María) y el día de San José (el humilde obrero de Nazaret a quien Pío XII elevó a próvido guardián de los trabajadores).
Como el sumo pontífice tuvo la feliz ocurrencia de colocar la festividad de San José Obrero el 1 de mayo -y el régimen de la época (1955) no estaba por dar día libre en fecha tan señalada-, durante años, los currelas celebraron el día del Trabajo en marzo, bajo la advocación del divino consorte.
Luego llegó El Corte Inglés (antes Galerías Preciados) y se inventó el día del Padre. Los mayores recordarán cómo en enero nos regalaban una hucha de lata, para que fuéramos echando allí nuestros ahorrillos; después nos llevaban en autocar a la supertienda, abrían la alcancia -en presencia de un notario, casi- y nos invitaban a convertir las pesetillas en un digno presente filial (el cenicero de barro es una aportación posterior, coetánea del marco de macarrones del día de la Madre).
Yo, que seguía sin enterarme de la película, al ver escrito en mayúsculas 'el Día del Padre', perdí muchas horas de mi ocio infantil buscando un regalo con el que quedar bien ante el Altísimo, y preguntándome para qué querría el Creador un bote de litro de Varón Dandy.
Por fin un día -prefiero ocultar el momento exacto- advertí que la jornada festejaba el día de los padres, de todos los padres. Pero entonces mi desconcierto fue aún mayor: ¿a quién se le habría ocurrido elegir patrón de los padres a San José?
A mí se me ocurren treinta o cuarenta santos varones con mejor currículum -algunos aún viven- para ostentar tal distinción. Siempre he visto en San José a un abuelete -¿qué quieres? el de mi portal de belén tenía pinta de jubilado- intentando convencerse a sí mismo de que su joven y bella esposa había quedado encinta por la gracia -nunca mejor dicho- de Dios. La historia terminó el día en que leí lo del padre putativo -con perdón-. Pater putativus: persona que se tiene por padre de otro no siéndolo.
¡Qué curiosas las siglas -PP- con que los antiguos lectores de las sagradas escrituras abreviaron el nombre! Y qué curioso que ahora los modernos lectores de los evangelios y el PP, entre otros, traten de evitar que algunos padres -evidentemente, me refiero a los de las parejas homosexuales- reconozcan como propios a los hijos biológicos de sus cónyuges.
Por su culpa se quedarán sin cenicero.

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