Como buen español, Mariano Rajoy no se lleva bien con su
familia política. Lo más sangrante, en este caso, es que es su familia quien gobierna en Europa; la que podría -con un simple
gesto- aliviar su calvario.
Mientras estaba en la oposición, el hoy presidente del gobierno
presumía de los respectivos logros de sus correligionarios del
Partido Popular Europeo y los ponía de ejemplo de lo que estaba por
llegar. Usaba cromos con la imagen de Angela Merkel y de Nicolas
Sarkozy para señalar el camino de la salvación al Zapatero
descarriado y alardeaba de pertenecer al grupo de los elegidos que
compartían la fórmula mágica y secreta del éxito. Hoy, ciento
sesenta y cuatro días después de jurar la Constitución, a Rajoy ni
le cogen el teléfono.
Y eso a pesar de que son familia. Porque, aunque no lo parezca, todos
los que amenazan, chantajean y extorsionan inmisericordemente al
gobierno español pertenecen a su misma formación política y comparten sus mismos principios.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão
Barroso, milita en el Partido Popular Democratico/Partido
Social Democrata (PPD-PSD) portugués desde 1980 (llegó a
liderarlo) y fue ministro, jefe de la oposición y presidente del
gobierno con esas siglas, que hoy se integran en el Partido Popular
Europeo.
Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, fue primer
ministro, presidente del congreso belga y varias veces ministro
representando al Partido Cristiano Demócrata y Flamenco
(Christen-Democratisch en Vlaams,
CD&V), miembro del PPE.
El presidente del Eurogrupo (algo
así como el superministro europeo de Economía y Finanzas) también
pertenece al PPE. Jean-Claude
Junker -primer ministro
luxemburgués- milita en el Partido Popular Social Cristiano
(Chrëschtlech Sozial Vollekspartei , CSV)
del Gran Ducado de Luxemburgo.
Christine Lagarde,
directora-gerente del FMI (Fondo Monetario Internacional) forma parte
de la Unión por un Movimiento Popular (Union
pour un Mouvement Populaire,
UPE), con la que defendió la cartera de Economía y Finanzas en uno
de los últimos gobiernos de Sarkozy. Evidentemente, también dentro
de los populares europeos.
Y, por último, ¿adivinan quien es la presidenta de la Unión
Demócrata Cristiana (Christlich-Demokratische Union, CDU)
alemana, uno de los pilares del PPE? Efectivamente: Angela Merkel.
Sólo se echan a faltar
dos nombres: Mario Draghi y Olli Rehn. El primero,
presidente del Banco Central Europeo, no tiene adscripción política
reconocida, aunque llegó a la política italiana de la mano de
Andreotti (es decir: Democracia Cristiana; es decir: PPE), y el
segundo, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios,
milita en el Partido del Centro (Suomen Keskusta) de
Finlandia, encuadrado en el Grupo Liberal del europarlamento.
Estos siete magníficos
conformaban el equipo llamado a reeducar a la más díscola de las
primas -la de riesgo- pero, lejos de domesticarla, no hacen sino
alimentar su rebeldía. Eran, hasta primeros de año, los avalistas
de un proyecto que hoy camina desnortado, sin el apoyo internacional
imprescindible para taponar la hemorragia por la que se desangra el
rédito electoral cosechado hace apenas cinco meses.
Han abandonado a su
suerte el barco que prometieron remolcar, y se alejan de él
temerosos del remolino que -cuando las vías de agua que ya lo hacen
ingobernable, lo condenen al fondo del mar- amenaza con salpicarle
los zapatos de piel de becerro.
Y es que, como dice el
refrán castellano, “con la familia, comer y beber, pero no comprar
ni vender”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario