De todas las estampas que nos ha
regalado el congreso federal del PSOE, retengo en la retina una que,
a modo de epílogo, resume la actual situación de esta formación
política: la de los compromisarios socialistas puestos en pie
cantando la Internacional.
Mientras unos elevaban el puño
izquierdo, otros alzaban el brazo derecho; había quien se
desgañitaba a voz en grito -“¡Arriba, parias de la tierra!”- y
quien aprovechaba esos minutos para comentar el cónclave con su
compañero de delegación. Algunos bajaban la mirada, otros sonreían
-descaradamente incómodos- y, los más, se limitaban a mover los
labios porque ya hace años que olvidaron la letra.
El propio Rubalcaba, en su discurso,
reivindicó los cuatro términos que definen al PSOE (partido, socialista, obrero y español) y lo hizo sin
reparar en que el primero de ellos (partido) hace tiempo que
dejó de ser un sustantivo para convertirse en un adjetivo más. Como
ocurre cada vez que esta apacible turnicidad cuasi decimonónica
envía a la oposición a uno de los grandes, el partido se fragmenta
en grupos, familias y corrientes internas que, lejos de plantear
disyuntivas, posicionamientos y debates ideológicos, no tienen más
vocación que la de reubicar a sus adscritos en las cada vez más
escasas cuotas de poder que resisten el embate de las urnas. PP y
PSOE (fundamentalmente) son dos gigantescas oficinas de colocación
que, cuando el viento sopla a favor, reparten cargos a diestro y
siniestro y, cuando las cartas vienen mal dadas, alimentan las luchas
cainitas entre quienes temen terminar apeados del coche oficial.
Los delegados del 38 congreso no se
vieron constreñidos a optar entre modelos socioeconómicos y
formulaciones filosóficas dispares, sólo tuvieron que escoger un
caballo al que subirse, con la esperanza de acertar y poder cruzar al
trote -ya que no al galope- la travesía del desierto. En cada
papeleta depositada en la urna figuraban dos nombres: el del líder
elegido y el del propio compromisario, que anticipaba así su
candidatura para posteriores votaciones.
Por eso, el nuevo director no fue capaz
de hacer sonar armónicamente a aquel coro, más pendiente de seguir
la batuta que de leer la partitura. Porque mientras unos elevan el
puño izquierdo, otros alzan el brazo derecho; porque hay quien se
desgañita a voz en grito -“¡Arriba, parias de la tierra!”-
mientras otros murmuran con sus compañeros de fila; porque algunos
bajan la mirada, otros sonríen -descaradamente incómodos- y, los
más, se limitan a mover los labios. Y es que ya hace años que
olvidaron la letra.
1 comentario:
Interesante entrada. José Luís hace tanto tiempo que se ha olvidado mucha gente de tantas cosas. Estos los primeros. Abandonaron el marxismo, porque se lo dijo su amado jefe el que ahora está de consejero en una empresa que seguro favoreció con alguna ley determinada. Y colaboraron en la transición amparados por los dineros de la socialdemocracia alemana y la bendición de la CIA, y tendrían que decir tantas cosas de la entrevista del Mujica con el Armada sobre el 23F en Lérida, y supongo que por eso no les interesa nada que se investiguen las conversaciones del Sr. Borbon.
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