9/10/11

Matar al mensajero

Artur Mas, Esperanza Aguirre y Josep Antoni Duran son unos bocazas. Hay muchos más, pero estos tres se han ganado a pulso la nominación gracias a su obstinación en obtener réditos electorales ridiculizando y/o criticando a los andaluces. Dicho esto -e insistiendo en la inoportunidad de determinadas declaraciones-, no comparto que la mejor respuesta a sus agravios sea matar al mensajero.
A mí también me irrita que el molt honorable se burle de los alumnos andaluces como argumento para defender su modelo educativo, pero más que los excesos del rey Artur me preocupa que el último Informe PISA sitúe a nuestra comunidad a la cola de España y demasiado lejos de la media de los países de la OCDE.
Me indigné cuando la condesa de Murillo llamó gallinas -"pitas, pitas, pitas"- a los campesinos andaluces, pero rechazar las salidas de tono de doña Esperanza no implica conformarse con que decenas de miles de jornaleros dependan de los subsidios agrarios (llámense PER, AEPSA, PROFEA, FEIL, FEESL... o cualquier otra combinación de letras).
No voy a disculpar al eterno candidato a ministro cuando asegura que le cargan a él la cuenta del bar de todos los parados de Andalucía, pero que haya pillado a Duran en un renuncio no supone que tenga que asentir cuando leo que la tercera parte de los desempleados ha rechazado una oferta de trabajo en los últimos tres meses.
Resulta mezquino aprovechar el bajo nivel de nuestros estudiantes o las dificultades que atraviesan los jornaleros, para crecer unas décimas en las encuestas de intención de voto, pero no es esa utilización espuria la que ha ofendido la dignidad colectiva de los andaluces -lamentablemente, ya estamos habituados- sino la identidad y el origen de quienes han aireado nuestros trapos sucios.
Nosotros contamos chistes de leperos, nos pasamos horas aplaudiendo a Juan y Medio -versión abuelos y versión nietos- y derrochamos arte pa' rabiar cuando se trata de animar la boda de la señora duquesa, pero nos da una alferecía cuando un  catalán nos dibuja con sombrero cordobés y bailando sevillanas. ¿Quién no conoce a un trabajador en activo que esté cobrando al mismo tiempo una nómina (en negro) y un subsidio de desempleo? Aquí nadie denuncia nada, pero nos parece intolerable que venga otro de fuera a echárnoslo en cara.
Tenemos identificados nuestros problemas, somos conscientes de nuestros defectos y conocemos nuestras fullerías, pero no se nos ocurre otra alternativa que denunciar al denunciante, a sabiendas de que matar al mensajero no soluciona nada, por muy bocazas que sea. Y esos -que conste- lo son.

2 comentarios:

harazem dijo...

A cambio uno de nuestros opinadores más afamados, que ejerce orgullosamente de andaluz profesional, Carlos Herrera, de la misma calaña ultraderechista que esos que insultan a los andaluces y que tanto nos molesta, echa leña al fuego de la bronca identitaria llamando a los nacionalistas catalanes "chusma", a cuenta de la decisión de eliminar las tortauromaquia. No he visto a nadie en los medios andaluces que se haya levantado para llamarlo de alguna manera. Aunque sea al orden.

Henry Stephen dijo...

Hoy en día cuando se lee algo en la prensa hay que entrar rápidamente en la Teoría de la Suposición. Es decir, hay que suponer a qué obedece lo que estás leyendo y a quien beneficia. Durán no creo que sea lo suficientemente imbécil para saber que no puede andar por el mundo descalificando a los andaluces. ¿Por qué lo hace? Sencillo, porque es catalán. Un catalán malo-malísimo insultando a los andaluces hace repuntar las perspectivas de que gane el PP con una amplia mayoría. ¿Por qué quiere Durán eso? Simple: porque el PP y él comparten despacho dentro del organigrama del crimen financiero internacional y porque seguro que detrás del telón Rajoy le ha prometido o a/ un puesto de ministro o b/ un nuevo modelo de financiación para CiU, que no para Catalunya.

Lo que pensamos los catalanes de los andaluces es que son exactamente lo mismo que nosotros. Es decir, unos pringaos, víctimas de las dictadura financiera global.

Saludos.