Mientras los tirios y los
troyanos discernían si eran galgos o si eran podencos (“-Ministro,
tacha 'rescate' y di 'apoyo financiero', a ver si cuela”), los
hombres de negro cruzaban la frontera conduciendo centenares de
furgones blindados cargados de lingotes de oro. Lo llamen como lo llamen.
Tras meses de asedio, el
gobierno ha entregado las llaves. Ha rendido la
plaza, ha franqueado el paso que con tanto empeño -¿cómo se dice
'orgullo' en alemán?- defendió, ha abierto los ventanales y ha
enseñado sus vergüenzas. Ha reconocido -urbi et orbi- el pecado que
todos conocían: este país no puede salir del agujero sin ayuda.
Es cierto que se trata de
una intervención singular (en realidad, es casi más un préstamo
que un rescate), pero uno de sus efectos -quizás el más temido- se
mantiene y puede resultar demoledor. Por mucho que algún ministro
piense que todos nos hemos caído del guindo, no hay peor manera de
convencer a los especuladores de que es seguro invertir en España
que asomarse al balcón y pregonar nuestras miserias.
Y, si no, ¿por qué se
ha esperado tanto? ¿Cuánto dinero ha costado a las arcas públicas
estas semanas de innecesaria -según el gobierno- incertidumbre? Y,
si no ha existido ultimátum por parte de los socios, ¿por qué
tantas prisas de última hora? ¿Había que dar la rueda de prensa en
el descanso del Holanda-Dinamarca? (Por lo menos, terminó antes de
que empezara el Alemania-Portugal). Y -la prueba más concluyente- si
de verdad se trata de una buena noticia, si es la solución para
todos nuestros males ¿dónde estaba Rajoy?
Europa ha colocado un
cobrador del frac en la puerta de La Moncloa, y eso -lo diga Agamenón
o su porquero- es un fracaso. Fracaso de un estado con complejo de
inferioridad, que acaba de ingresar -por méritos propios- en el Club
de los Morosos. Fracaso de un gobierno sin recursos, que termina por
admitir su incapacidad para hacer aquello a lo que vinieron, y que
ahora ve cuestionado un ineficaz programa de ajustes. Fracaso de un
presidente titubeante y desnortado, que cambia constante e
irresponsablemente de opinión y de criterio, y que se ha instalado
sin pudor en la corrección y en la improvisación continuas.
Lo adornen como lo
adornen, este rescate -perdón, este generoso apoyo al sistema
financiero- no era la solución reclamada. El ejecutivo lleva semanas
mendigando unos eurobonos con los que obtener sus propios recursos a
precio de buen pagador, y todavía se escuchan las carcajadas con las
que respondió la kaiseresa. Reclamó después una legislación a
medida bajo la que camuflar el salvamento (“-Sálvame este banco,
hombre, que hoy no llevo suelto.”) pero la Unión Europea le dejó
bien clarito quién puede exigir excepciones y quién no. Al final,
no le quedó más remedio que aceptar un plato de lentejas -si
quieres, las comes...- al que, aunque tenga mejor pinta que los que
les sirvieron a Irlanda y a Portugal, se le adivina una pesada
digestión y hasta un cólico electoral.
España ha claudicado y
ha asumido su papel. Lo llamen como lo llamen.
2 comentarios:
José Luis creo que eres comedido en tus observaciones y políticamente correcto. No se merecen estos señores ese trato. Mienten siempre que hablan, si te dicen buenos días has de mirar el cielo porque posiblemente sea de noche. Y noche la que nos espera con todos estos maleantes, especuladores y criminales -aunque no te maten con una pistola, son criminales, porque es un crimen condenar el futuro de muchas familias, jóvenes y niños- que tienen los bolsillos llenos de dineros, mejor, posiblemente en una cuenta suiza. Pero no es un problema de más o menos orgullo, es una verdadera desvergüenza y, como dice antes, un crimen.
¿Rajoy? ¿De Guindos? ¿España? ¿Fracaso?
NOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!
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