El peso de la púrpura ha
terminado por desnortar a Izquierda Unida.
Al final, la rebelión
prometida ha resultado ser interna y la han protagonizado los
representantes de esta formación política en el Parlamento de
Andalucía: han prendido las antorchas y han metido fuego a su propio
programa electoral. Quienes presumen de ser los -únicos y genuinos-
defensores de la clase obrera, han decidido bendecir con sus votos,
necesarios e imprescindibles, la enésima agresión a los derechos de
los trabajadores.
Llevan años asegurando
que existen alternativas y que la salida está a la izquierda (al
fondo, pero a la izquierda). Años prestándole el megáfono a todo
el que ha querido gritar, y situando su pancarta al frente de
cualquier movilización. Años luciendo camisetas verdes, moradas y rojas (“-Con este
tipín, cualquier cosa me sienta bien.”); años ideando eslóganes,
años acompañando encierros y sentadas... y han bastado cien días
rascando en el banco azul para sacarles los colores.
Su líder -donde dije
digo, digo Diego- Valderas ha sufrido un repentino ataque de amnesia
-alguna sustancia estupefaciente, que le habrán echado en la cartera
vicepresidencial- para argumentar, sin vergüenza, las mismas
justificaciones que él mismo criticó (“-No, si no soy yo. Es el
PP, que me obliga”, “-No os preocupéis que, en cuanto haya
pasta, os pagamos todo de golpe”).
Una pérdida -selectiva-
de memoria que le ha permitido olvidar aquellas viejas demandas: más
gasto público, lucha contra el fraude fiscal, reducción de altos
cargos, reforma de la administración paralela, negociación
colectiva y acuerdo con los sindicatos, protección social, impuestos
para los más ricos (por cierto, el impuesto sobre campos de golf va
a dar mucho que hablar), persecución de la economía sumergida... Aquellas
propuestas que convencieron a tantos en las últimas elecciones y que
le permitieron crecer más de un 37% en el número de votos (pasaron
de 317.562 a 437.445) y duplicar el número de asientos (de 6 a 12).
Izquierda Unida ha
cambiado de catecismo, pero sólo en Andalucía. En el resto de
España, se mantiene en la otra orilla y rechaza las propuestas que
exclusivamente defiende en el Hospital de las Cinco Llagas, con el
argumento -casi de Estado- de que es la única manera de sostener al
mismo gobierno que llevan treinta años intentando desbancar.
Izquierda Unida no ha
entendido el mensaje (“¡No es eso, no es eso!”, que escribió
Ortega y Gasset) y ha apostado a una carta -la más alta- buena parte
de su credibilidad presente y futura. Temerariamente, ha decidido
cambiar por un plato de lentejas el contrato que firmó el 25 de
marzo con sus electores, y ni el clamor de propios ni el estupor de
propios y extraños han movido el fiel de una balanza demasiado
desequilibrada por el peso de los coches oficiales.
Coches que no aliviarán
la travesía del desierto cuando, dentro de cuatro años, los
votantes les demanden por incumplimiento de contrato.
Epílogo
El artículo 259 de la
Constitución de Colombia proclama: “Quienes elijan gobernadores y
alcaldes, imponen por mandato al elegido el programa que presentó al
inscribirse como candidato”. O sea, que el programa electoral es de
obligado cumplimiento para los políticos colombianos.
En España, un auto del
Tribunal Supremo dictado en 2005 -que ha sentado jurisprudencia-
determinó que “las 'promesas electorales' y su cumplimiento forman
parte esencial de la acción política, enmarcada en principios de
libertad de hacer o no hacer [...] que escapan al control
jurisdiccional”. Es decir, que los políticos españoles pueden
decidir libremente por dónde se pasan el programa con que se
presentan a las elecciones. Y así nos va.
1 comentario:
Salvo a tres que fueron coherentes: Gordillo, Marina y Baena, aunque este último fue más bien diplomático, como pedir una baja en día de Huelga General, el resto para los leones y lo pagaran, bueno lo pagaremos todos.
Una cosa hace tiempo me hiciste una pregunta, que nunca caen en saco roto, me preguntaste por una academia en Carlos Rubio, te dije que no sabía y la hubo. En un documento de 1892 dice: Escuela Particular de 1ª Enseñanza, Carlos Rubio, 15 (casi en las Cinco Calles) Enseñanza Superior, Profesor Rafael Vaquero y Jiménez.
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