Peino demasiadas canas como para no haber aprendido que, estadísticamente, la vida te da más berrinches que alegrías. Cada buena nueva que llega -cuando llega- viene escoltada por tres o cuatro malas noticias, a cada éxito le preceden varios fracasos, cada obra de arte nace tras desechar un sinfín de bocetos.
Apelo a estas reflexiones con la única
y sincera intención de levantar las orejas prematuramente gachas de
mis correligionarios -¿qué es el fútbol, si no una religión?-
culés. El fútbol sucumbe, como tantas otras cosas, cruel víctima
de la memoria -"Es tan corto el amor y es tan largo el olvido”-
sometida por la amnesia que provocan un tiro al palo, un penalti
injusto o un error de marca. Al igual que una victoria -por
inmerecida que sea- despeja todas las nubes, la derrota es una
borrasca que nubla la fama y el resplandor de las vitrinas (noblemente aprovisionadas).
El Barça no es un equipo de fútbol:
es una filosofía. Sé que este es un argumento tan poco original
como repetidamente denostado por los detractores del proyecto
blaugrana, pero yo lo siento así. Muchos aficionados de camisa vieja
embarcamos en el barcelonismo como muestra de rebeldía (y no hablo sólo de
política) contra un orden establecido, contra un camino balizado
que, de pequeños, nos sugería qué camiseta nos quedaría mejor y
nos reportaría más satisfacciones. Crecimos a la sombra de una foto en blanco
y negro de Miguel Muñoz fardando de copas. Nos salió la barba soportando páginas y más páginas de agravios en los periódicos, y
horas de radio y televisión de aplausos y silencios mal repartidos.
Oímos hasta la saciedad relatos de épicas remontadas, de hazañas y
gestas en escenarios hostiles, y nos colmataron la paciencia a base
de encendidas loas y alabanzas almibaradas.
Conocí a un madridista que presumía
de haberlo presenciado todo (“-Yo he visto cosas que vosotros no
creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto
rayos C brillar en la oscuridad en la Puerta de Tannhäuser... Todos
esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas de lluvia.”)
pero descansa en paz -creo que está en un balneario-. Yo sí contaré
a mis nietos lo que he vivido. Sin necesidad de repasar álbumes, recortes amarillos o el archivo del No-Do, yo podré presumir de haber visto jugar al mejor
equipo de la historia, al único que lo ganó todo y convenció a
todos, al único que doblegó al talonario y silenció la
impertinencia de los micrófonos.
Hay quien hoy ahoga sus propias
lágrimas con champán, confiado en que un par de victorias por la
mínima eclipsen tantos chorreos y tantas humillaciones, esperanzado en que
un par de títulos -si es que caen- pondrán de nuevo las cosas en su
sitio (que gane quien tiene que ganar, que los árbitros ayuden a
quienes tienen que ayudar, que pasee la bandera quien la tiene que
pasear) y refugiado en el rácano y obtuso -y al final ésteril-
resultadismo bajo el que esconder la inferioridad más notoria de la
que se tiene noticias.
Ilusos. Ni esto se ha acabado ni,
cuando se acabe (que algún día terminará) se va a olvidar. La
pátina del tiempo relegará a Cristiano a mera -y musculosa-
anécdota, hará del mouriñismo una gripe mal curada y recordará
del postgalactismo lo poco que sobreviva al tsunami azul y rojo; mientras, en el otro platillo de la balanza, permanecerán registros
insuperables, momentos irrepetibles, alineaciones inolvidables y
sensaciones indescriptibles.
Abd-al-Rahman III dejó escrito en su
diario: “-He reinado ahora por más de cincuenta años en la
victoria o en la paz; amado por mis súbditos, temido por mis
enemigos y respetado por mis aliados. Riqueza y honores, poder y
placer, aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe
terrena bendición que me haya sido esquiva. En esta situación, he
anotado diligentemente los días de felicidad pura y genuina que me
han tocado en suerte: suman catorce. Ni uno más, ni uno menos.”
Que cada cual cuente los suyos.
[Postdata: No me han llegado los permisos de Pablo Neruda, Ridley Scott y Ibn Idari para utilizar sus frases. En cuanto lleguen, los adjunto]
2 comentarios:
No te hacen falta es buenísimo el articulo. Te felicito. Lo he leído unas cuantas veces. Enhorabuena. Un abrazo.
.......... y el balón de Sergio Ramos rotando en el Cosmos infinito ............
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